Día 13: Hospital da Condesa – Triacastela

Jueves 24 de Septiembre – 15,1 km
Esquiando cuesta abajo

Ayer me dio el tiempo justo para recoger la ropa (seguía húmeda) y meterme en la cama, antes de que apagaran la luz a las 22:00. Tardé un poco en dormirme, y me desperté varias veces durante la noche, esforzándome en dormir de lado, que se ronca menos…

Muchos se levantaron a las 5 y pico, ya que a las 6 miré el reloj y ya quedaban pocos. Yo me levanté a las 7, al fin y al cabo llevaba 9 horas en la cama, y a las 8 tenemos que estar todos fuera. A las 8 estoy yendo al bar del pueblo. Café con leche, tostadas y, a las 8 y media, estoy en camino.

Por delante tengo media horita de llaneo para ir calentando, porque luego hay una pechadita hasta el Alto do Poio. Allí me tomo otro cafecito y descanso un poco. A las 10 menos algo cojo rumbo a Fonfría, el último pueblo antes de empezar la larga bajada hasta Triacastela. En Fonfría otra paradiña y sellar la acreditación, ya que en Galicia hay que sellarla al menos dos veces al día.

Hoy tengo que perder toda la energía potencial que gané ayer y bajar casi 700 metros. Por suerte, los kilómetros añadidos ayer hacen que la etapa de hoy sea corta. El día sigue tan bonito como los anteriores, así que durante la bajada me reprimo para no ir sacando fotos todo el rato.

La bajada es bastante pronunciada en algunos tramos, pero no es un pedregal como la del Foncebadón a Molinaseca. Es una pista de tierra, con buen firme. Yo opto por bajar zigzagueando: se baja más lento pero es mucho menos exigente. Bajo esquiando los 9 km hasta Triacastela. A las 13:30 llego, cansado, pero sin mayores problemas… nada que no resuelva una buena cerveza!!! ; )))

Busco habitación individual y encuentro una en un caserón de piedra rehabilitado. Mi habitación parece que está dentro de una almena ; ). Ducha, lavar, tender y a por un menú. Según como, me quedo tan traspuesto que decido darme un paseo por el pueblo.

Aún no he cruzado pueblo feo. Con sus callejuelas, sus casas de piedra y tejados de pizarra. Sus rubias (vacas) paseando alegremente por las callejas, dejándolo to’ perdido de caca de la vaca, el perro que, detrás de ellas, corre ladrando… olor a humedad, a hierba fresca y paja seca, a corral y a la próxima comida… todo se mezcla en lo que termina siendo un recuerdo feliz…

Otro olor que me ha acompañado durante los últimos días, y que ya he identificado, es el del heno. Durante días, mientras caminaba, me llegaban efluvios, sutiles olores familiares que no conseguía identificar. En parte etílicos, en parte me recordaban a algún tipo de comida… ¿Qué coño es eso que huelo?! Ya lo sé! Es el olor del heno fermentado! Al parecer gana en ciertas propiedades alimenticias y a las vacas las vuelve toas locas de contento!!! Y ya sé a qué me recuerda: al miso, la pasta que se obtiene…

La afluencia de peregrinos es bastante grande (triplica mis primeros días), ya que mucha gente, sobre todo españoles, empieza el Camino en estos pueblos. Más allá de otros aspectos, una de sus consecuencias negativas es que los grupos son menos permeables. En mis viajes en solitario he comprobado que, cuanta menos gente, más fácil es establecer contacto: el factor de agregación es mayor. Otra cosa que me ha llamado la atención es que la gente mayor suele ser más afable y abierta que la muchachada.

Encuentras gente más y menos afable. Casi todo el mundo es cálido en su respuesta cuando les saludas con un «buen día» o «buen camino». Otros no, los menos. Posiblemente el grupo más desagradable que me he encontrado haya sido el de unas estiradas adolescentes francesas… que costará decir: hola… en fins…

Recojo la ropa y no sé qué más hacer… dejo correr el tiempo despreocupadamente. Cayendo la noche vuelvo a coincidir con Toni, el catalán. Es mayor que yo y tampoco va a paso de atleta. Nos venimos cruzando desde ayer. Es un tipo risueño y con ganas de hablar… me voy con sonrisa a la cama.

Bueno gente, cierro el chiringuito.
Hasta mañana!!! ; )))

No matter how loud… this night the little Levi will be under lock…