Sábado 28 de Julio de 2018
Sky burials
Ha sido un día perfecto. Descansamos hasta media mañana. Casi 12 horas durmiendo parecen haberle sentado bien a mi cuerpo, que entre las tripas, las insolación, el resfriado y el mal de altura, no sabía ni de que quejarse.
En el hostal no dan desayunos, así que nos vamos a la calle principal y damos con una cafetería bastante occidental. Café, te y un bollito, más las manzanas que llevo conmigo desde hace unos días. Mientras, decidimos irnos mañana para Xiangcheng, con lo cual habrá que resolver los billetes de bus.




























Volvemos al hostal y preguntamos. Nos dicen que a Xiangcheng no hay bus, que tendriamos que ir en mini-van. No lo tenemos muy claro y nos acercamos a la estación, pero en la estación vieja nos dicen que vayamos a la nueva, que está a las afueras de la ciudad. Volvemos al hostal, y la chica llama a un conductor de confianza y nos dice que a Xiangcheng, van muy poco minivan y poca gente, así que si no se llena (6 personas, creo) lo pagas entero. No dice que vayamos a Daocheng que allí nos lleva por 60 yuanes cada. Nos parece bien, porque era otra de nuestras alternativas, así que quedamos ya con el en la puerta del hostal para mañana a las 8:00.
Resuelto el tema nos fuimos a ver que una zona de las afueras muy especial, donde se celebra el Sky Burial, el Entierro Celeste. Para el budismo, el cuerpo no es mas que un recipiente, que llegada la muerte carece completamente de valor, salvo que se haga algo útil con el… como por ejemplo… trocear con machetes el cuerpo del difunto y disponerlo en una plataforma, para que alimente con su cuerpo… buitres negros…
Pero antes de llegar allí, pasamos por la casa del 7° Dalai Lama, y aunque no pudimos entrar, al menos la vismos por fuera.
Según nos acercabamos a las colinas donde se realiza la ceremonia, ya veíamos los buitres dando vueltas en el cielo. No había en aquel momento ninguna ceremonia, pero recorrimos toda la zona. Banderolas tibetanas, hornos aun humeantes, mateches y cuchillos repartidos por la colina y varias pilas de placas con todo tipo de inscripciones, se hallaban repartidas por la zona. Impresionante, y sin embargo tan sublime…
Desde allí nos fuimos a patita hasta uno de los templos que coronan una de las colinas de Litang. Litang está en un valle inmenso, una pradera de corta hierba, similar a la tundra. El valle se encuentra rodeado por inmensas montañas, sobre las que hoy hay unas nubes terriblemente oscuras, de las que cuelgan cortinas de lluvia. Sobre nosotros sol, alrededor las tinieblas.
Pero antes de llegar al templo, nos tropezamos con una boda y nos invitaron a entrar, y a comer, pero tampoco quisimos abusar. Eso si entramos y flipamos un rato. En la planta baja las mujeres bailaban en corro, en la planta alta era donde la gente comía. Me sorprende lo poco que les perturba nuestra presencia, y en general todos nos miran con mucha amabilidad. Salimos flipando.
El templo me encantó. El techo y paredes estaban pintados con una combinación de colores que hubiera parecido imposible que en conjunto armonizaran. Sacamos fotos hasta que como de costumbre nos tiraron de la oreja. Me fascinan las paredes llenas de pequeños budas, miles!
De ahí nos subimos un poco más, a un punto con unas vistas increíbles. Sin palabras, ver fotos.
A la vuelta eran las 16:30, cuando llegamos de nuevo al hostal. El ambiente es tan agradable, que nos quedamos allí tomando unas cervezas del tiempo, porque no entienden lo de cerveza fria, hasta las 18:30 que nos fuimos a cenar.
Elegimos otro de la Lonely, con unos dumplings muy ricos, pero nos quedamos con ganas y acabamos comiendo un pollo con setas y arroz, mu rico. Cada vez practico más cositas de mi chino, me sorprende entender algunas cosas y aún más que me entiendan.
Sobre las 20:00 nos volvemos al hostal, preparamos las cosas, escribimos y nos relajamos un rato. Y eso es todo, un día a la vez relajado e impresionante.
Besos familia y amig@s!!!