Jueves 24 de Julio de 2025
Pulau Rubiah
Nos despertamos sobre las 9… Nos quedamos un rato mirando el mar desde la cama, hasta que se va la corriente, con ella el aire acondicionado y la postal idílica deja de serlo. Subimos a desayunar; lo comemos porque está incluido, pero es un triste arroz blanco y un huevo frito reseco.

























Volvemos al cuarto a prepararnos para salir sobre las 10:30. A mí me duele un poco la tripita, así que esperamos un poco en la habitación a ver si se me pasa. Lo cierto es que sin aire el cuarto se ha convertido en un infierno. Por suerte, se me va pasando y salimos a andar.
Cogemos la moto y nos acercamos al puerto de Iboih. Por la mañana había algo de viento y el mar estaba un poco rizado, pero ha amainado y además el día está espectacular. El cielo azul y la luminosidad imperante sacan al mar todos sus colores, que refulgen intensamente. Preguntamos por el bote y nos dicen que preguntemos más adelante. Es una caseta con los precios de todas las actividades, nos sale 150 mil, y podemos estar hasta las 17:00. Son las 11:30 cuando estamos sentados cruzando el angosto paso que separa Pulau Weh de Pulau Rubiah.
Al llegar, nos dice el barquero que lo llamemos a un teléfono que figura en el ticket para volver. Al poco de bajarnos, nos damos cuenta de que no tenemos conexión. Esta mañana pensábamos que era porque se había ido la luz, pero parece que no… a ver cómo llamamos al barquero luego.
Hemos preguntado y nos han dicho que hay mejor snorkel si cruzamos al otro lado de la isla. La isla es tan pequeña que la cruzamos por una estrecha y deteriorada senda en unos 15 minutos. Llegamos a una playita pequeña, pero que conecta con otra algo más grande y agradable para estar. Solo hay otra pareja de guiris, que justo sale del agua según llegamos.
Nos preparamos para hacer un rato de snorkel y al agua, ¡patos! Pasamos la zona de arena y empieza el coral. El coral es un tanto uniforme, y no es muy colorido pero está en buen estado y se ve bonito. Los primeros peces son pequeños y dispersos, pero en nada me veo a mi viejo amigo, el pez ballesta, el que me atacó en las Islas Banda, y que salvé a golpe de aleta. Este me ignora, tampoco lo atosigo.
Pasamos 45 minutos nadando por la zona. Cuando nos alejamos de la costa, desde un barco nos invitan a volver hacia dentro. No sé si es por prudencia o avaricia. Aunque dispersos, los peces son más bien pequeños, sí que vemos bancos bastante grandes. Hay flujos muy claros de aguas frías y calientes entremezclándose, y la claridad del agua es una de las mejores en mucho tiempo. No es ni de lejos el mejor snorkel de mi vida, pero no está mal. Salimos con cierta dificultad, ya que la marea está bajando y empieza a haber poco fondo en zonas en las que el lecho es de rocas.
Al salir vemos que han llegado una pareja y un grupo de tres. Nos hemos traído la piña que compramos ayer… parece el momento adecuado para darle candela. Cutter en mano, Sai trocea la piña, que está jugosa y devoramos en un abrir y cerrar de ojos. Luego tendemos nuestras toallas sobre la arena, a la sombra de los árboles y palmeras… no tardo nada en dormir profundamente, cuando despierto son las 3:40. Tonteamos un rato por la zona, pero no tardamos en empezar a recoger nuestras cosas y regresar al puerto. Como no tenemos datos en el móvil, no podemos llamar al barquero, así que hablamos con un hombre de los que estaba por allí. Enseguida nos resuelve el tema, y en menos de 10 minutos estamos embarcando. La luz de la tarde cae ya rasa y mire a donde mire todo me parece bello. Llegamos al otro lado casi a las 17:00.
Dudamos si hacer una cena temprana, pero hay tan poca gente que decidimos dar una vuelta en moto y cenar más tarde. Seguimos sin entender cómo funciona esto. La oferta hostelera es bastante amplia, pero no vemos apenas turismo, algo de local pero el extranjero es muy reducido… ¿y se supone que estamos en temporada alta?
Cogemos carretera sin rumbo claro, solo sentir la libertad y el aire fresco entre la vegetación es un placer. A los pocos minutos, vemos un desvío hacia la costa, Gapang Beach. Decidimos explorarlo. Al llegar a la playa, dejamos la moto y paseamos a pie. La marea está bastante baja, de modo que la playa no es apta para el baño ahora, pero el entorno es agradable. Varios alojamientos… parece todo enfocado al mundo del buceo, que siempre es un tanto elitista. Vemos una especie de bar. Un cartel indica que mañana hay música en directo, nos resulta increíble que no vendan cerveza. Sai pregunta y ¡bingo! Pedimos 2 cervezas y disfrutamos del rato.
El sitio es agradable, mirando al mar y con sillones cómodos. Suena música reggae… es curioso, parece muy común en Sumatra… yo lo agradezco, no puedo con la música actual, el reguetón y todas sus variantes… todo suena igual, no me aporta nada… nunca me ha gustado la música comercial, pero estamos en una de las peores décadas de la música moderna…
Sobre las 19:00 volvemos al puerto de Iboih a cenar. Sigue todo igual, me pregunto siquiera si podremos cenar. Preguntamos, no hay problema, nos sentamos junto al mar y pedimos un pez a la brasa, unos calamares fritos y unos tés con limón… estos pobres, a falta de cerveza, han cogido tal técnica con el té con limón helado, que de verdad que les queda delicioso. Con el pescado a la brasa, vienen los gatos a darnos la brasa. La comida está muy rica, incluso Sai la disfruta que no es muy de pescado, pero es que lo hacen mucho a la brasa y queda muy sabroso.
Pasadas las 20:00 cogemos camino a nuestros bungalows. Yo me siento en el comedor con una cervecita a escribir el relato, Sai baja a darse una ducha y sube luego con sus hilos… va a tratar de tejer una pulsera con una manta raya que vimos hoy, muy bonita. Son las 21:30, lo dejo aquí pues poco más creo que haya que contar hasta que nos vayamos a la cama.
Buenas noches! ¡Selamat malam!